El significado político del relato de la Navidad en Lucas
Autor: Marcus Borg
Traducción: Ruth Iliana Cohan (Asociación Bíblica Argentina)
Las narraciones del nacimiento de Jesús se encuentran solo en Mateo y Lucas, dos de los cuatro evangelios del Nuevo Testamento. Los relatos son bastante diferentes entre sí. Debido a que frecuentemente se combinan en el imaginario cristiano, es necesario notar algunas de sus diferencias para apreciarlos.
Lucas es el más familiar. Incluye la anunciación a María de que tendrá un hijo concebido por el Espíritu Santo, el viaje de José y María desde Nazareth a Belén debido al decreto de impuestos de César Augusto, el nacimiento de Jesús en un establo y los pastores que vigilan su rebaño en la noche cuando un ángel les dice que vayan a adorarlo. Faltan algunos detalles familiares de la historia de Mateo: la estrella especial que conduce a los sabios del Oriente al lugar de nacimiento de Jesús, el complot de Herodes para matar a Jesús y la matanza de los niños en la región de Belén.
Ambas narraciones son tanto políticas como religiosas. En Mateo, el complot del rey Herodes para matar a Jesús se hace eco de la historia de la orden del Faraón en el tiempo del éxodo de Egipto, en que todos los bebés hebreos varones debían ser asesinados. Herodes, el rey designado por Roma, es el nuevo Faraón.
En el relato del nacimiento de Lucas, la clave para entender su significado político es la teología imperial romana que incluye la concepción de divinidad de César Augusto, el más grande de los emperadores y gobernantes romanos cuando nació Jesús. Fue concebido por el dios Apolo en el vientre de su madre Atia. Sus títulos incluían “Hijo de Dios”, “Señor”, “Salvador”, portador de “paz en la tierra”. Inscriptos en monedas y templos, los medios de comunicación de aquellos tiempos, continuaron siendo utilizados por la mayoría de los emperadores después de Augusto.
Por lo tanto, ya había un “Hijo de Dios”, “Señor” y un “Salvador” que traía “la paz a la tierra” en el tiempo en que vivió Jesús y en el que surgió el cristianismo primitivo. La teología imperial romana es el contexto histórico para comprender el uso de este lenguaje.
La narración de Lucas del nacimiento de Jesús es el ejemplo principal. Contrarresta y desafía deliberadamente la teología imperial romana. Incluye la concepción divina y, por lo tanto, es Jesús -y no el César- el “Hijo de Dios”. El cántico de María -el Magníficat- proclama que los poderosos serán derribados de sus tronos, los humildes levantados, los hambrientos colmados y los ricos despedidos sin nada (Lc 1:46-55). El clímax es el mensaje del ángel a los pastores: para ellos ha nacido un Salvador, el Señor, que traería la paz a la tierra. Pero por medios muy diferentes, no a través del poder y la dominación del imperio, no a través de los señores de este mundo, sino a través del modo en que Jesús fue proclamado y encarnado. Los primeros cristianos vieron en Jesús una alternativa a un mundo imperial basado en la injusticia y la violencia.